lunes, 14 de septiembre de 2009

El espacio en mí

Estos días son de claro oscuro, de calor y frío, de alegría y tristeza, igual que yo.
Sumergida entre la nostalgia inexplicable de mi decisión y una constante regresión de momentos del pasado que no volverán, me pienso durante estos dos años. A veces creo que mi reflejo es más difuso que una ilusión y que mi carácter es más volatil que el aire, cuando estabas aquí y no sé por qué. Las emociones me parecen montañas rusas en las que me envuelvo como niña creyendo en la fantasía de un amor eterno y debo decir que gran parte fue así.
Nunca había durado tanto, parecía un poco en sueño y un poco en serio. A veces dulce y amargo, como un buen trago escuchando un CD viejo en el living de la casa. Así te sentí, cómodo, agradable, simple, pero hogareño.
Parecía que estabas ahí y yo junto a tí y nunca más nos moveríamos, algo así como un hogar. Pero recuerda que soy agua y no la puedes sostener en tus manos, se escapa sin rumbo, se cae y se pierde a veces.
Con el tiempo tus defectos y los míos se apoderaron de mi carácter, de mi pasión y de mi sentir. Me convertí en lo que nunca fui ni quiero ser y te volviste algo que nunca quise. ¿Qué pasó?
A veces siento que el tiempo me juega la vida, poniéndome pruebas, si esta era una creo que la fallé. No quiero estar hoy, no quiero ser más y no quiero pensar.
Duele tanto un recuerdo bordado en besos y abrazos que sabes que no estarán más. Quisiera despertar congelada sin tocar nada, sin oir, sin ver, sin escuchar, sin hablar y es que mis cinco sentidos están conectados a un pasado inexplicable.
Y aquí estoy, parada de nuevo frente a un espejo que no me quiere, frente a un reflejo que desconozco, si parece que ni siquiera me conozco a mi y te voy a poder entender a tí. Creo que eso pasó. Una explicación tan tonta a algo tan grande y es que soy persona de palabras, pero hoy caigo muda ante las emociones que me rodean todo el día.
La historia me puso eventos que me tienen sumergida en una telaraña donde ni la luz ni el calor del sol me pueden ayudar. En ese enredo nos vi, parado en un puente levadizo sin querer avanzar.
Parece que el cuento de hadas se nos atascó y nunca logramos llegar al final. Hoy, necesito respirar y caminar sin sentir que mis pasos te puedan dañar. No quiero ser la responsable de quitarte un día o una sonrisa y bien sabes que este año para mí no es feliz.
Hoy soy y estoy sin luz, sin sol, sin calor. Es una cueva tan oscura la que envuelve los problemas y parece que nunca encuentro la salida.
Este es mi viaje, un tour personal hacia las raíces de lo que alguna vez fui y la sonrisa que un día pude mostrar. No sé si pueda ayudar a alguien, poner mi hombro o hacer feliz a una flor. Me dejo llevar por el resto y camino hacia adelante esperando que mañana sea un mejor hoy que el ayer. Y si preguntas quién soy, creo que podría decirse que un laberinto al lado de un abismo en un día extraño y solitario describiría un poco de mi. Un sabor ácido que no sabes si tiene tanta dulzura como debería o si tal vez es demasiado concentrado para un simple trago, algo así.

domingo, 8 de junio de 2008

Carta para mi tío, el Pajarito.

Hoy se cumplen 17 años y las lágrimas siguen brotando espontáneamente de mis ojos. La niña que vestía bordados y blondas quedó en el baúl de los recuerdos junto a los lentes de colores, los aretes de mamá y los cientos de historias que me describen al Pajarito.

El Pajarito de todos, aquél con fama de parrandero y bromas a flor de piel. El que hacía reír a multitudes y desafiaba a la gente con su intelecto. Un hombre irreverente e irónico, pero con un corazón enorme. Y parece que lo conociera como la palma de mi mano cuando hablo de él, sin embargo, la pena me invade cuando de tanto recordar, recuerdo que tras tantos años y tantos esfuerzos no tengo memoria de tí.

Vivimos mil aventuras, historias que a los 5 años eran hazañas increíbles. Eres tema presente en la ausencia de tu ser. Y aunque hoy no te sientes con nosotros, siempre nos haces sonreír a través de tus anécdotas. Tu foto aparece hoy protagonista de nuestra mesa, unas velas, unas palabras y mucha pena alberga nuestros corazones. Es que es un domingo frío y no te gustaba el invierno. Es un día de reposo y tú gustabas de salir. Es un pedazo menos de todos nosotros.

Escucho tus historias en la boca de mis tíos, siento tus latidos en el corazón de mi abuela, veo tus lágrimas en el rostro de mi madre y vivo tu pasión como si fuera la mía. Y cómo somos de egoístas, ahora que estás allá en tu mejor fiesta, en la parranda eterna y el vuelo apacible del pájaro todos quisiéramos regresarte.

Tu viaje fue abrupto y quebró los esquemas. Sin saludo ni despedida nos dejó un sabor amargo, un sonido vacío. Es tan difícil entender el destino cuando las cosas no salen como las esperas. Es mejor apegarse a la idea que mientras estuviste aquí marcaste la diferencia, fiel a tus creencias no te dejaste amilanar por nadie ni nada. Ojalá me dieras un poco de eso cuando callo para evitarme problemas, cuando me abstengo de las cosas y veo como si la realidad me pasara frente a los ojos y soy incapaz de participar.

Creo que esa es nuestra diferencia, pero no te preocupes cada día soy más fuerte y aunque hoy me quebre 10 o más veces por tí, sabes que mañana estaré lista para seguir mi camino con la semblanza de tu recuerdo. Es que ni siquiera memoria propia tengo, eso es lo que más duele. Mis imágenes, mis fotos, todo me parece ajeno y sin embargo te siento tan cerca.

Igual que tu humor y el mío, es irónica la vida. Escuchando los relatos que te describen me siento un simple calco de tu sombra. Lo que consideraba mi sello personal no es más que la herencia de un gran tío. No te preocupes que tu recuerdo permanecerá intacto, mientras yo por mi parte visto orgullosa nuestras semejanzas. Son ellas las que me reconfortan cuando se aprieta mi corazón.

Son 17 años sin tí y estás más presente que nunca. Ya no me importa no tener recuerdos propios, porque lo que siento está escrito en mis palabras y eso, es algo que nadie nos podrá quitar jamás. Es y será siempre nuestra conexión infinita. Es en mi pluma donde cobras vida y donde renace la niña que te pidió un auto y no muñecas. La que usaba los lentes de colores que le regalabas y escondía los dulces en los adornos.

Es en un domingo frío, de mantel amarillo y rojas velas. Una fotografía habita en medio, con tu sonrisa grabada invades la casa con tu paz. Hasta siempre tío...