domingo, 8 de junio de 2008

Carta para mi tío, el Pajarito.

Hoy se cumplen 17 años y las lágrimas siguen brotando espontáneamente de mis ojos. La niña que vestía bordados y blondas quedó en el baúl de los recuerdos junto a los lentes de colores, los aretes de mamá y los cientos de historias que me describen al Pajarito.

El Pajarito de todos, aquél con fama de parrandero y bromas a flor de piel. El que hacía reír a multitudes y desafiaba a la gente con su intelecto. Un hombre irreverente e irónico, pero con un corazón enorme. Y parece que lo conociera como la palma de mi mano cuando hablo de él, sin embargo, la pena me invade cuando de tanto recordar, recuerdo que tras tantos años y tantos esfuerzos no tengo memoria de tí.

Vivimos mil aventuras, historias que a los 5 años eran hazañas increíbles. Eres tema presente en la ausencia de tu ser. Y aunque hoy no te sientes con nosotros, siempre nos haces sonreír a través de tus anécdotas. Tu foto aparece hoy protagonista de nuestra mesa, unas velas, unas palabras y mucha pena alberga nuestros corazones. Es que es un domingo frío y no te gustaba el invierno. Es un día de reposo y tú gustabas de salir. Es un pedazo menos de todos nosotros.

Escucho tus historias en la boca de mis tíos, siento tus latidos en el corazón de mi abuela, veo tus lágrimas en el rostro de mi madre y vivo tu pasión como si fuera la mía. Y cómo somos de egoístas, ahora que estás allá en tu mejor fiesta, en la parranda eterna y el vuelo apacible del pájaro todos quisiéramos regresarte.

Tu viaje fue abrupto y quebró los esquemas. Sin saludo ni despedida nos dejó un sabor amargo, un sonido vacío. Es tan difícil entender el destino cuando las cosas no salen como las esperas. Es mejor apegarse a la idea que mientras estuviste aquí marcaste la diferencia, fiel a tus creencias no te dejaste amilanar por nadie ni nada. Ojalá me dieras un poco de eso cuando callo para evitarme problemas, cuando me abstengo de las cosas y veo como si la realidad me pasara frente a los ojos y soy incapaz de participar.

Creo que esa es nuestra diferencia, pero no te preocupes cada día soy más fuerte y aunque hoy me quebre 10 o más veces por tí, sabes que mañana estaré lista para seguir mi camino con la semblanza de tu recuerdo. Es que ni siquiera memoria propia tengo, eso es lo que más duele. Mis imágenes, mis fotos, todo me parece ajeno y sin embargo te siento tan cerca.

Igual que tu humor y el mío, es irónica la vida. Escuchando los relatos que te describen me siento un simple calco de tu sombra. Lo que consideraba mi sello personal no es más que la herencia de un gran tío. No te preocupes que tu recuerdo permanecerá intacto, mientras yo por mi parte visto orgullosa nuestras semejanzas. Son ellas las que me reconfortan cuando se aprieta mi corazón.

Son 17 años sin tí y estás más presente que nunca. Ya no me importa no tener recuerdos propios, porque lo que siento está escrito en mis palabras y eso, es algo que nadie nos podrá quitar jamás. Es y será siempre nuestra conexión infinita. Es en mi pluma donde cobras vida y donde renace la niña que te pidió un auto y no muñecas. La que usaba los lentes de colores que le regalabas y escondía los dulces en los adornos.

Es en un domingo frío, de mantel amarillo y rojas velas. Una fotografía habita en medio, con tu sonrisa grabada invades la casa con tu paz. Hasta siempre tío...

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