lunes, 22 de octubre de 2007

el árbol de mi abuelo

Tenía apenas un par de años cuando comencé a dar mis primeros pasos y con ellos mis primeras escaladas en un viejo árbol. Se ubicaba en una plaza cercana a mi casa, era mi árbol favorito. Tenía un tronco grande con ramas amplias y firmes que me otorgaban seguridad y me permitían trepar por horas. Era una aventura inolvidable.

Mi abuelo estaba enfermo y ya no tenía fuerza en su brazo derecho así que me afirmaba con su mano izquierda. Y a pesar que en una sola mano estaba toda mi base nunca tuve miedo. Era mi momento más heróico, cómo podría tenerlo! Puedo incluso recordar las hojas despegarse del árbol y volar sobre mi ondulado cabello, al igual que las flores en plena primavera, ahí no sufría de las alergias que hoy padezco.

A mis cuatro años mi abuelo falleció y con ello visitar el árbol se convirtió en una conversación celestial con él. Aún cuando paso por ahí puedo sentir a mi abuelo más presente que nunca, pienso en todas las historias que contábamos reprochando mi mala memoria por no poder recordar más detalles.

Pero, ¿por qué cuento esto? El domingo estaba en la casa de mi pololo y su padre me mostró fotos de su nietecita Isidora. Una pequeña con un pelo tan onduado como el mío (en ese entonces), muy perspicaz e inteligente. Las fotos me llenaron de nostalgia, mientras el tío comentaba que en la plaza cercana a su casa la Isi se trepaba en un mismo árbol siempre. Él la ayudaba con sus manos y le enseñaba como cuidar, hablar y querer al árbol.

Con su celular le sacó fotos sobre el árbol con la intención de dejarle un recuerdo a su nieta de todas las aventuras y enseñanzas que obtuvo de su abuelo. Ojalá mi tata hubiese tenido de esos celulares... Con un nudo en la garganta pensaba cuantas cosas nos enseñan nuestros abuelos con la intención de dejar su huella en nuestra vida. Pequeñas aventuras que se convierten en las hazañas más grandiosas para una niña.

Ahora viendo a Isidora pienso que tal vez muchos tuvimos un árbol que compartíamos con el abuelo, un lugar preciado, pequeños espacios repletos de amor y enseñanzas. Ahora que el mío vive en las estrellas recuerdo cuantas veces escalé el mismo árbol tratando de alcanzarlo, pero creo que con él sólo recuerdo estoy más cerca que nunca de él y espero que Isidora tenga la misma posibilidad mediante sus fotografías.

viernes, 19 de octubre de 2007

La verdad cuesta caro

Hoy con una amiga entrevistamos a Jaime Celedón, conocido y multifacético personaje chileno. Tenía unas cuantas verdades que contar y lo hizo, aunque reconoce que la gente no admite la verdad cuando se la dicen en la cara. Yo, concuerdo con él.

La verdad causa problemas, si la dices a veces se molestan, sino también. Debo reconocer que me cuesta cerrar la boca, pero por alguna razón este semestre la he mantenido muy cerrada, parece que eso molesta.

Un día, de la nada sentí que me trataban como si hubiese cometido un tremendo error, todavía no logro saber que hice para provocar tal cambio. Esperé silenciosamente que las cosas se normalizaran solas, pero obvio el flojo trabaja el doble y nunca fue así. A veces el trabajo se mezcla con la amistad y eso es lo peor. Tomé una determinación, dije la verdad respecto a algunas cosas y significó mi sentencia perpetua.

Ahora todo es un circo, si porque en el circo la gente se maquilla, se tapa las expresiones reales. Juguemos a fingir que la vida es bella y que todo está bien, aunque todos saben que no es así. Ahora esta es la realidad un circo de caretas donde nadie toma una simple determinación: decir la verdad.

Admito comportarme como un ente pasivo observador de eventos que cada día afectan me manera más grotesca, pero la verdad parece que ya perdí las ganas de ser yo quien empiece a hablar. La verdad me da pena, tener que suponer cosas y esperar conductas feas de algunos.

Un blog por ahí decía que esta es la época del cambio no? Ojalá que este cambio sea apra mejor, que nadie se arrepienta de lo dicho o peor que eso, de lo no dicho. Así entre libros y fotos antiguas, seguimos escuchando a Jaime Celedón quien es el culpable de esta larga reflexión sobre la verdad. Y es que nos cuesta cierto?